“Muchas mujeres no se casaban para seguir trabajando; yo dudé”

María Ascensión Tomillo Modrovejo, Mari, tiene 90 años “y medio” y representa mejor que nadie la historia de España, de las españolas y de las funcionarias de las entidades que ahora cumplen 40 años, las que gestionan la protección social: Insalud , INSS, Imserso e Inem. Nos ha acompañado en un repaso a la trayectoria de las entidades de la Seguridad Social, que es también, en cierto modo, su trayectoria.

Este vallisoletano empezó a prepararse para los exámenes a los 15 años y los aprobó dos años después. Empezó a trabajar en 1947 en los años de una España en plena dictadura en la que la Administración Pública escribía a lápiz y papel de calco, también en el Instituto Nacional de Previsión (INP) donde se incorporó.

Se retirará en 1993, a las puertas del siglo XXI y con los acordes de las Olimpiadas de Barcelona 92 ​​aún resonando en nuestros oídos. Hacía 45 años que se había incorporado a la Administración, apoyada por su padre, que también era funcionario. “Había muchas vacantes en 1946, la administración tenía muy poca gente y se manejaban muy pocos beneficios en ese momento. El INP manejaba todo, incluso toda la atención de la salud como la conocemos ahoraâ€, tiene una lucidez exquisita y una memoria infalible.

Cuando regresó, la administración había crecido enormemente.
“Ya no conocía a nadie, ni tenía los mismos roles.
Tuve que empezar de nuevo; Estudia un montón. Y ella tuvo cinco hijos.

María Ascensión habla con cariño de aquellos años, “éramos una familia, no éramos tan individualistas como después”, aunque las condiciones laborales eran muy duras. “Trabajábamos mañana y tarde, también los sábados por la mañana. Estábamos todos sentados en mesas alrededor del alcaide, y había que pedir permiso para moverse, incluso para ir al baño. Al final del día, el jefe de sección informó al director de lo que habíamos hecho cada uno. Sin pausa para el café, nada de nadaâ €.

Su carrera se vio interrumpida diez años después cuando decidió casarse. “Nos obligaron a dejar de trabajar cuando nos casamos. Lo sabíamos desde el principio, pero no quería dejar de trabajar. Muchas mujeres, de hecho, no se casaron para seguir trabajando. Dudé, por eso estuvimos casados ​​diez años, y al final me casé.

Unos años después (Ley 56/1961 sobre derechos políticos, profesionales y trabajo de la mujer) cambia la normativa y se permite a las mujeres casadas trabajar en la Administración, sin más limitaciones que las que impone su condición de mujer, reza la norma. AscensiÃ⁇ n no duda en pedir su reintegro. Y con ella, muchos de sus compañeros. “Pero no nos respondieron hasta 16 años después†, dijo con algo de enfado. “Además, para poder volver al trabajo, éramos reexaminados, uno por uno, ante un tribunal de nueve señores. Y nos hicieron devolver la compensación que nos habían dado obligándonos a renunciar a nuestros trabajos.

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Las dificultades no eran sólo fuera de casa. “Mi esposo no†TMt querÃa que me reuniera con ella. Tenía cinco hijos, y en ese tiempo los hombres no hacían nada en la casa, entonces yo me ocupaba de mi trabajo en la oficina, la casa y los niños; Menos mal que me regalaron una lavadora cuando me casé”, dice entre risas. “Hablé mucho con mi marido entonces. No quería que volviera al trabajo; pero lo convencí porque quería llevar a los niños a una buena escuela y tenía que pagarlo. Era mucho dinero para un solo salario. Y no me arrepiento.

“Me descontaron el 6% de mi jubilación
porque me faltaban tres años de aportes.
Por supuesto, no me dejaban trabajar. Me hizo enojar mucho».

Cuando finalmente se reincorporó, era 1973. El año del intento de asesinato de Carrero Blanco. Franco aún no había muerto, pero el régimen daba sus últimos coletazos. Seiscientos circulaban por las calles. El primer humano había pisado la luna cuatro años antes. El mundo y España con él habían cambiado radicalmente cuando María Ascensión volvió al trabajo.

Cuando regresó, la administración había crecido enormemente. “Ya no conocía a nadie, ni tenía los mismos roles. Tuve que empezar de nuevo. “La administración era diferente. Tenía que estudiar mucho, todas las reglas habían cambiado y tenía que estudiar de noche. Me enviaron a la farmacia, luego pagué. Y pensar que si me preguntan ahora, no recuerdo nada. Y había máquinas de escribir, calculadoras y una nueva forma de trabajar.

A partir de 1978, además, se reestructuró la gestión y el INP dio paso a las entidades del Seguro Social. María Ascensián fue al Insalud y “toqué a cada uno de mis compañeros en un solo lugar”.

¿Valió la pena todo el esfuerzo? “Por supuesto que lo compensé. quería trabajar Trabajar es una vida diferente a estar en casa todo el día. Algunos pensaban que era el futuro de una mujer, estar en casa, pero yo no. “No he tenido tiempo para salir o tener amigos, pero no me importaba”. Y tu entorno, ¿viste que funcionaba? “No tengo tiempo para escuchar chismes, no me enteré”, dice.

Terminó su vida laboral en 1993, cuando se jubiló. Y aun así sufrió las consecuencias de ese enorme desfase laboral. “Estaba muy enfadada porque me descontaron el 6% de mi pensión de jubilación porque me faltaban tres años de cotización. Por supuesto, no me dejaban trabajar. Yo había empezado a trabajar a los 17 años, pero solo tenía 30 años porque había 16 que no me dejaban.

Ahora pasea asombrada junto a su hijo, Quique, funcionario de la Tesorería General de la Seguridad Social, a través de la Dirección Provincial de Valladolid. Los últimos 25 años, cuando ha estado jubilada, no han sido en vano para la Seguridad Social, ni mucho menos. “Así se puede trabajar”, ​​dice, mientras observa los amplios pasillos, los enormes ventanales, las computadoras, la sala de espera y, en general, las hermosas y modernas instalaciones de la Delegación Provincial. “Esto no se parece a donde trabajé†, dice.

Rebeca Díaz Perales